¿Qué es un corsario?
Buque de propiedad particular armado con autorización del gobierno de la nación cuya bandera enarbola, para detener y apresar los buques enemigos.
Se llama corsario también a quien en caso de guerra entre dos estados, se dedica, con autorización de uno de estos (llamada carta de marca o patente de corso) a perseguir y capturar los barcos mercantes del otro estado.
Los orígenes de los corsarios se remonta a la Edad Media, cuando en virtud del denominado "derecho de puño" los particulares apresaban los buques mercantes enemigos. Más tarde, los Estados se aprovecharon de esta estratagema, exigiendo la Carta de marca para que los corsarios no fueran considerados piratas y reglamentando las condiciones del corso.
El gobierno que hacía una declaración de guerra, publicaba que expediría patentes de corso a sus súbditos o a los neutrales que quisieran perseguir al enemigo en el mar. Los corsarios estaban obligados a prestar fianza, para responder de las indemnizaciones que tuviera que pagar el Estado autorizante por los apresamientos injustos, además de estar sometidos en cuanto a la captura y visitas de los barcos a ciertas condiciones y formalidades. El navío capturado por un corsario era conducido a uno de los puertos del Estado autorizante, en el cual se examinaba la legalidad de la presa. Los beneficios materiales que obtenían los corsarios hicieron que se solicitasen numerosas cartas de marca y que en los siglos XVII y XVIII se formasen asociaciones de capitalistas para explotar el corso.
Enciclopedia Universal ilustrada Europeo-americana. Vol. XV, Ed. Espasa
¿Quiénes eran los corsarios de Artigas?
Artigas, además de
un hombre de acción, era un genial estratega y ante el avance portugués
utilizó una antigua técnica que fue de gran éxito para sus fines. Los patriotas
orientales no contaban con una flota que pudiera hacer frente a la que
poseía el reino de Portugal. Entonces recurrirá a la expedición de patentes
de corso para oponerse a españoles y portugueses. El corsario era un
particular que armaba un barco, obtenía la patente de corso y podía atacar
a los buques enemigos obteniendo beneficios personales y a la vez afectando
la economía del enemigo. Existía un
reglamento al que atenerse y tribunales de presa ubicados en diferentes
lugares de América verificaban que se tratara de una “buena presa”, o sea que cumplieran las reglas establecidas. El gran éxito de
esta campaña se aprecia en la urgente necesidad de Portugal de intentar
que Estados Unidos prohibiera el armado de los corsarios.
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